viernes, 12 de julio de 2013

Tibiabin y Tamonante

Tibiabin y Tamonante

Una pared de piedra, extendida de mar a mar, dividía la isla de Fuerteventura y separaba sus dos reinos. Guise era monarca de Maxorata; Ayose de Jandía. Sus continuas discordias acabaron cuando el muro fue alzado y el aislamiento hizo posible la tranquilidad y la convivencia sin hostilidades.

Tanto Guise como Ayose y sus súbditos profesaban gran estima a Tibiabin la pitonisa. Adivinatoria como Guañameñe, el augur de Tenerife, y como Yoñe, el oráculo del Hierro, sus vaticinios siempre se habían confirmado. Igual estima y respeto sentían por Tamonanate, hija de Tibiabin, sibila como ella y consejera de gran predicamento. La voz de Tamonante era oída en las asambleas de los nobles a quienes exhortaba a cumplir sus juramentos y a mirar por el bienestar de los isleños. Ella cuidaba que las leyes no fuesen meras palabras dictadas en vano.

Y Guise y Ayose quisieron conocer el porvenir de sus reinos y los acontecimientos que aguardaba a sus vidas. Se reunieron con Tibiabin y Tamonante, las pitonisas de Fuerteventura: -“¿Qué fin es el que nos espera?”

Varios gánigos de leche vertió Tibiabin sobre el efequén invocando las señales del futuro. Tamonante, con el tafiaque de pedernal, sacrificó una pequeña baifa y entregó las vísceras a su madre. La sangre aún tibia y reciente sobre los despojos, en ella leyó Tibiabin: -“Llegarán gentes poderosas por el mar en sus casas blancas. No temáis ni le tratéis con violencia. Antes bien, recibidles con alegría y entregaros a sus designios pues solo beneficios traerán a nuestra tierra.”

No agradó a Guise, tampoco a Ayose, lo que Tibiabin acababa de profetizar, mas nada dijeron. Marcharon silenciosos cada uno a sus dominios tras la ringlera de piedras del muro.

La arribada de las naves de la expedición de Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle quebró la calma maliciosa de la isla. Los europeos de tardaron en revelar sus propósitos: les guiaba el afán de riqueza, el deseo de hacer esclavos para venderlos. Y tanta era su ambición que entre ellos mismos, gascones y normandos, se producían indisciplinas y desórdenes, desvíos y traiciones. Aprovecharon pues los isleños para sumar victorias en los combates y aniquilaron a los guardianes del castillo de Risco Roque, la fortaleza que habían edificado los invasores. Más Tibiabin y Tamonante auguraron grandes desgracias si no cesaban las hostilidades, si no rendían sus fuerzas y se doblegaban a los extranjeros.

Fue mucha la sangre acumulada bajo el vuelo siempre siniestro de los guirres. Guise y Ayose comenzaron a sufrir reveses en la contienda ya que los extranjeros andaban mejor armados. Sin embargo, los dos soberanos de Fuerteventura veían en sus derrotas el castigo por haber desoído las voces proféticas de las pitonisas. Y así, primero el uno, después el otro, ambos en compañía de buen número de adictos, resolvieron entregarse a los invasores.

Creyó entonces Tibiabin que se iniciaría una nueva era de fecunda y apacible prosperidad para la isla. Tal vez, como le había oído a ciertos europeos que visitaron Fuerteventura antes de la expedición de Juan de Bethencourt, empezaría el tiempo de paz perpetua y de felicidad que traía consigo el bautismo. Eso pensaba Tibiabin que secretamente guardaba las enseñanzas de aquellos europeos. Eso dijo su hija Tamonante. Y eso repetían ambas a quienes aún se negaban a rendirse.

Ya no Guise, sino Luis. Tampoco Ayose, sino Alfonso. Tales fueron los nuevos nombres impuestos al ser bautizados a quienes habían sido los monarcas de Fuerteventura. Y con sus nuevos nombres, ellos que poseyeron toda la islas, recibieron cuatrocientas fanegas de labrentío y frutal, exentas de tributos durante nueve años. También Tibiabin obtuvo merced de tierras de parte de los conquistadores.

Poco a poco propagaron los europeos sus modos y sus normas, mientras recorrían la isla proporcionándose orchilla y otros productos de los que se sacaban pingües ganancias. Aprendieron los isleños a confeccionar muchos alimentos, a hablar en otro idioma y creer en otra religión, a cultivar los campos y a construir más amplias y mejores habitaciones.

Mas luego que Juan de Bethencourt delegara en su sobrino, el tiránico Maciot, el gobierno de la isla, y cuando fue escasa la orchilla y el sequero agotó las simientes, los europeos trataron con miserable desdén a los isleños muchos de los cuales fueron presos y vendidos. El miedo y las amenazas se establecieron en la isla. Tibiabin y Tamonante, las pitonisas que vaticinaron una nueva época, fecunda y feliz, por amor de los extranjeros, sintieron sobre ellas el peso del odio y el desprecio de sus gentes. Como una maldición secreta pero ineludible.

Cruzó el viento por sobre los jables de la isla, persistieron calcosas, aulagas y verodes bajo el cielo parco de lluvias, Maciot de Bethencourt huyó y vino Hernán Peraza a sucederle, y aquella maldición nunca dicha que pesaba sobre Tibiabin y Tamonante hubo de cumplirse. Desembarcaron los piratas en las playas de Fuerteventura y, con asombrosa rapidez, capturaron a algunos pastores y varias mujeres. Tibiabin cayó prisionera. El alisio hinchó las velas del navío cuando, sin que pudieran evitarlos los isleños, se alejó de la playa con rumbo incierto.

No soportó Tamonante el verse sola, apartada de su madre. El dolor le fue adentrando hasta doblegarla, hasta confundir sus sentidos y anegar su entendimiento como en una nube de calima. Nadie reparó en ella cuando se detuvo al borde del barranco del Janubio. Ni siquiera supo por que se arrojó al vacío.
Fuente:
http://leyendascanarias.blogspot.com.es/

jueves, 4 de abril de 2013

LA LEYENDA DE AMARCA


LA LEYENDA DE AMARCA:

En viejos romances canarios corría de boca en boca la triste historia de Amarca, la celebrada doncella indígena. Tan gallarda era su figura, tan peregrina su belleza que llegó a ser envidiada de todas aquellas doncellas. 

Tenía su morada en las bellas alturas de Icod. Su rústico albergue parecía como un nidal colgado en las crestas de la montaña, para sustraerse a las miradas y a las ambiciones, esas aves rapaces, embaucadoras, que se llevan a las muchachas guapas.

Hasta el rústico hogar de la doncella llegó un día Belicar, el último Mencey , Rey y señor de los dominios de Icod y se quedó atónito y deslumbrado ante la extraordinaria belleza de la joven. Desde aquel día memorable se acrecentó su fama y corrió como fausta noticia por todo el Menceyato.

Una condición tenía la moza que contrastaba con lo humilde de su linaje: su natural altivo y desdeñoso. Amarca se veía continuamente asediada de amores por muchísimos hombres y otras tantas veces sembró el dolor y la decepción en sus amantes. ¿ A quién amará Amarca?, preguntábanse intrigada los zagales. ¿Para quién será el corazón de aquella belleza hija del Teide?. Guarecida a las faldas del coloso siempre entre las nieves. Uno de los más aguerridos vasallos del Reino, Garigaiga, el pastor, había enloquecido por Amarca. Ella esquivaba su cariño; repudiaba su pasión local, desenfrenada. Repelía al hijo del Volcán, el de la tez y morena y los brazos recios como robles.

Enloquecido por el dolor de verse desdeñado, una tarde mientras los horizontes se teñían de sangre y el sol moribundo plateaba las aguas del Océano como un riera de luna en una noche de misterio, vió que Garigaiga, en el borde de un alto precipicio, agitaba sus brazos como banderas en la premura. Vió arquear el cuerpo hacia delante, hundir la cabeza sobre el pecho y partir veloz hacia el abismo. La noticia del trágico suceso no tardó en extenderse por todas partes.

Las mujeres, culpaban su egoísmo, y a sus desdenes atribuían la muerte del pastor. De pronto Amarca desapareció, nadie sabía cual había sido el destino de la doncella. Sólo un anciano que una mañana la había visto descender de las cumbres y caminar como una sonámbula hasta las orillas del mar, se hallaba en posesión del secreto. Que no la buscasen más, parecían decir sus labios fríos y trémulos plegados para siempre, y el anciano aquél lo contó todo. Una semana al brillar los primeros destellos del sol, vió que Amarca se arrojaba al abismo, y después de luchar con el bravo oleaje, se la llevaba mar adentro una ola alegre y corretona como un niño.

Era la época del "Beñesmén", de la sazón y de la riqueza de las mieses, eran los días de placidez y de luz, y todo se sumió en sombras y lágrimas... Amarca había aparecido muerta sobre las arenas de la playa, la habían matado un remordimiento muy hondo. El Mencey Belicar mandó que se cantasen tristes endechas; que se encendiesen luminarias en los cerros, y que los más fornidos mozos, como real costumbre en los días aciagos, azotasen con sus varas las aguas del mar. Mandó también que se ungiese su cuerpo con los más olorosos perfumes, que no en vano era la flor más preciada de la comarca. Al cabo de los años cuando algún nocturno caminante cruzaba las cumbres del Teide, un lamento extraño escalofriante, le detenía acongojado. Era una voz débil, apagada, dolorida, que parecía surgir del fondo del barranco. Era aquel mismo clamor de súplica, de pena, de trágica agonía que tantas veces balbucearan los labios febriles de Garigaiga, el loco: "Amarca......hermana Amarca".

miércoles, 9 de enero de 2013

EL GRITO MÁS FIERO


EL GRITO MÁS FIERO: Cuando Jean de Bethencourt llegó a El Hierro, vivía en la isla un bimbache llamado Ferinto, el cual se convirtió en el tormento de los conquistadores. Jamás los dejaba tranquilos y los hostigaba continuamente.

Por mucho que los extranjeros perseguían a Ferinto, su agilidad era tal que no lograban atraparle. Un día este herreño fue traicionado por alguno de los suyos y los europeos rodearon su guarida, con la intención de prenderle. sin embargo, Ferinto los oyó llegar y logró huir hasta el borde de un profundo barranco, cercano a Valverde.

De poco le sirvió a Ferinto su huída, porque sus enemigos estrecharon aún mas el cerco, hasta que se vio totalmente perdido. Mientras que a sus espaldas estaban los castellanos, bajo su pies se abría un horroroso abismo. Comprendió que una caída podría ocasionarle la muerte.

A pesar de todo, reflexionó Ferinto, ¿qué es la vida, cuando se ha perdido la libertad? ¿Para qué sirven el aire que nos rodea, las aguas que los dioses destilan de los árboles sagrados o las montañas con sus misterios si todo eso es ultrajado, despreciado y deshonrado por gentes que vienen a tratarnos como esclavos?, ¿De qué sirve mi vida si mi voluntad se trunca a cada paso ? ¿No es mejor morir despeñado y convertir mi muerte en un acto liberal?


Ferinto cogió aliento. flexionó sus poderosas piernas , salto... Y, superando cualquier expectativa, logró llegar al otro lado del cauce, poner sus pies en el lugar que hoy se conoce como El Salto del Guanche. Sin embargo, de nada le sirvió. Allí también le esperaban los conquistadores con las armas prestas. La desesperación de ver su libertad perdida impulsó al bimbache a gritar.


Lanzó un grito tan fiero, tan grande, tan alto que atravesó la isla, sobre pinares, barrancos y volcanes, hasta llegar a La Dehesa, en el otro extremo de El Hierro, donde su madre, al escuchar su potente voz, dijo con tristeza: ¡ Mi hijo ha sido vencido !.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Tanausú, el indómito.

                                        Tanausú,el indómito.

A poco de desembarcar Fernández de Lugo en la isla de La Palma,todos los soberanos de la isla habían pactado con él o habían sido reducidos,todos menos Tanausú,soberano de Aceró, "el lugar fuerte", la Caldera de Taburiente.

Era éste un lugar casi inexpugnable, rodeado de escarpados cerros, al que sólo se podía acceder por dos pasos: el barranco por donde se perdían en el mar las abundantes aguas de la Caldera, y otro, menos difícil, el llamado Adamacansis. Por este último paso decididó Fernandéz de Lugo penetrar en el reino de Tanausú. Sin embargo, enterado el rey palmero de ese movimiento, apostó a sus hombres en el mismo y obligó a los conquistadores a retirarse.

Desistió entonces el castellano de este intento. Al poco tiempo intentó una nueva penetración, esta vez por el barranco, lo cual estaba menos custodiado por entender el rey que era prácticamente inexpugnable. Entrando, sin embargo, de este osado movimiento, trasladó a sus guerreros al lugar haciéndoles frente con bravura tal que los hombres de Lugo volvieron a desistir del empeño.

Convencido de la dificultad de vencer a Tanausú en su terreno, Fernandez de Lugo envió a un isleño amigo, Juan de Palma, a parlamentar con el bravo caudillo palmero, solicitando por su boca una entrevista para concertar una paz aceptable por todos. Respondio Tanausú afirmativamente al ofrecimiento, siempre que los hombres de Lugo se retirasen de sus dominios. El conquistador pareció aceptar tales condiciones. Cumplidas éstas, Tanuausú salió de La Caldera en direccion al territorio de Aridane, acampando en la Fuente del Pino.

Nada más concertar la entrevista comenzó Férnandez de Lugo a urdir la traición. Cuando en la mañana del día acordado el caudillo palmero se dirigía al lugar previsto, los españoles, emboscados en el paso de una estratagema tan inesperada. Numerosos fueron los muertos isleños y la victoria traicionera de los castellanos se consumó. Tanausú fue hecho prisionero y cargado de cadenas lo condujeron a bordo de uno de sus barcos para llevarlo a España.

Se cuenta que el rey palmero, al ser encadenado gritó "¡Vacaguaré!", es decir "¡Quiero Morir!". Cuando el barco que lo conducia a España se alejaba más y más de su querida tierra, más profunda era la tristeza del prisionero. Nada dijo, nada comió, nada bebió. Nunca llegó a la península; el mar fue su tumba.

Fuente:
http://perso.wanadoo.es/javri/canarias/leyendas/leyendas.htm

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Soneto al Colgante "Un Cacho de Canarias" por Miguel Melian

Hoy queremos publicar un soneto que nos ha dedicado nuestro amigo Miguel Melian ganador del 1º Certamen de Cantautores Ciudad de Telde:
Soneto al Colgante "Un Cacho de Canarias"

Cómo se puede portar un pedazo
de la tierra de mis hijos y mis padre
que con mi raíz y cultura encuadre
y constante yo sienta su abrazo.

Un símbolo de Jonay y sus brazos
del padre Hecheide una lágrima
un recuerdo de Agarfa y su lástima
algo eterno que no tenga plazo.

Un signo de mi patria y su calma
una insignia del valor de mi ancestro
con perfume a drago, a sauce y a palma.

En recuerdo a Dorama "el diestro"
un Cacho de Canarias en el alma
un emblema... un trozo nuestro.

viernes, 16 de noviembre de 2012

LA LEYENDA DEL GAROÉ


LA LEYENDA DEL GAROÉ:

Cuentan las crónicas que en tiempos de la conquista hubo en la isla de Hero (Hierro), un árbol al que los naturales llamaban Garoé, y no conocían los estudiosos otro árbol similar en todo el archipiélago o tierra conocida. Este era capaz de destilar el agua de las brumas que llegaban a él, por sus grandes hojas, siendo esta recogida en unas oquedades hechas en el suelo por l

os bimbaches (antiguos herreños). No había más agua en Hero que la que destilaba el Garoé. Era por ello que los bimbaches adoraban a este árbol como si de un dios se tratase, velando siempre por su bienestar y seguridad. No obstante cuando vieron llegar a los conquistadores al puerto de Tecorone (hoy de "La Estaca" ) temieron por su propia libertad y reúnen en Tagoror a toda la isla, pues no era la primera vez que los barcos piratas llegaban a aquellas islas para diezmar a su población vendiéndola como esclavos en países allende el mar. En dicha asamblea se llega a la resolución de que se deben cubrir las copas del Garoé para que no sea descubierto por los extranjeros, ya que de no encontrar agua posiblemente se fueran, abandonando la empresa de conquistar la isla.

Todo se hizo según lo acordado, y habiendo guardado reservas de agua lo suficientemente importantes como para no volver al Garoé en varias semanas e imponiendo la horca a quien revelase tan preciado secreto, vieron como la expedición franco-española de Maciot Bethencourt comenzaba a sufrir las penalidades de la sed. Fue entonces cuando una aborigen, Agarfa, se enamoró de un joven andaluz de dicha expedición, y dejándose llevar por el amor que le profesaba reveló el valioso secreto del Garoé sin pensar que con ello estaba condenando a todo su pueblo a perder la libertad. Estando Maciot al tanto de la buena nueva, sabía que la conquista de la isla estaba próxima. Por contra los bimbaches, viendo como su árbol sagrado estaba en manos extrañas decidieron ajusticiar a Agarfa, secuestrándola del campamento extranjero en donde se encontraba, ahorcándola al alba del día siguiente.

Días más tarde Armiche ( Mencey, Rey de Hero ) rinde homenaje al conquistador Maciot de Bethencourt y al poco tiempo fue cautivo junto a sus más fieles vasallos, marchando con él, la libertad y majestad del último mencey de Hero.

Fuente: La Guía de Gran Canaria

miércoles, 7 de noviembre de 2012

LA LEYENDA DE LA REINA ICO


 
LA LEYENDA DE LA REINA ICO:
Zonzamas reinaba en Lanzarote cuando llegó a la isla una embarcación española al mando de Martín Ruiz de Avendaño. Al ver la nave a distancia los isleños se aprestaron para el combate. Transcurrido el tiempo, Ruiz de Avendaño decidió ir a tierra en son de paz, llevando consigo un gran vestido que regaló al rey como muestra de amistad. Zonzamas aceptó el regalo y, en muestra de amistad, entregó al recién llegado ganado, leche, queso, pieles y conchas, invitándolo a descansar en su morada de Acatife. Allí eran esperados por la reina Fayna y sus hijos, Timanfaya y Guanareme. Como huésped de los reyes pasó Avendaño varios días en Mayantigo. Mas tarde retornó a su barco y partió.


A los nueve meses la reina Fayna dio a luz una niña de tez blanca y rubios cabellos, a la que puso por nombre Ico. El pueblo murmuraba y renegaba de la princesita y de su origen. Así transcurrió el tiempo, y la niña creció sana y hermosa al cuidado de Uga, su aya. Transcurrido el tiempo Zonzamas y Fayna murieron. Los Guaires, reunidos en asamblea, proclamaron rey a Timanfaya. Con el paso de las estaciones Ico se fue convirtiendo en una bella joven. Guanareme se enamoró de ella y acabó por hacerla su esposa. Tiempos después otras naves vizcaínas y sevillanas llegaron a las costas de Lanzarote en busca de esclavos. Los lanzaroteños se aprestaron para la defensa. En la lucha muchos isleños murieron, otros fueron hechos prisioneros y encadenados como esclavos para ser vendidos en la Península. Entre estos últimos estuvo Timanfaya.

Desaparecido el rey, los guaires se reunieron otra vez para elegir nuevo soberano. Este debía de ser Guanarteme, pero nadie osó pronunciar su nombre, pues si era elegido su esposa, Ico, debería ser reina y su nobleza, origen y sangre eran discutidos. Su piel y sus rubios cabellos recordaban demasiado la lejana llegada de Ruiz de Avendaño y si Ico no era hija de Zonzamas, no podía llevar la corona, así que tuvo que huir.

Deliberaron largamente los Guaires. Finalmente decidieron que, para llegar a la verdad, la princesa fuese sometida a la prueba del humo. Quedaría encerrada en una cueva acompañada de tres mujeres no nobles. Después se llenaría el aposento con un humo espeso y continuado; si la sangre de Ico no era noble, perecería como las otras mujeres. Si sobrevivía sería signo inequívoco de su nobleza. El día siguiente sería testigo de la prueba. Por la noche Uga, la niñera de Ico, la visitó con el pretexto de animarla, pero nada más quedar a solas, la vieja aya le dio una esponja a la princesa diciéndole que al llegar la hora de la prueba, la empapara de agua y la pusiera en su boca, con lo cual saldría viva de la cueva. Ico hizo caso. Cuando fue abierta la cavidad las tres mujeres villanas yacían muertas, mientras que ella salió con vida. En Adelante sus súbditos no dudaron de su nobleza.

Fuente:
La Guía de Gran Canaria. Leyendas Canarias